tag:blogger.com,1999:blog-40111609873149018722024-03-21T05:16:14.527-07:00Ejercicios de estiloBlog personal de Gabriel Deledda. Textos breves y muy breves.Gabrielhttp://www.blogger.com/profile/10685774557799430733noreply@blogger.comBlogger9125tag:blogger.com,1999:blog-4011160987314901872.post-41346167262984206162022-05-25T20:08:00.006-07:002022-05-25T20:09:01.517-07:00Juntos<div><br /></div> Dominaremos juntos el universo, hasta el último rincón, hasta la última estrella. Es algo que nos prometemos despreocupadamente, durante una noche llena de promesas vacías. Yo digo, ya hablando en serio, que es imposible; pero tú insistes e insistes, y señalas en el cielo el camino interminable que han recorrido las estrellas hasta formar una constelación. Contemplamos juntos esa negra inmensidad sin fin que nos rodea. Me siento sobre mis patas traseras y me reclino de lado en contra de tu duro cuerpo de hojalata. Dices: “No sabes cuánta suerte hemos tenido de encontrarnos en esta vida, Laika”.Gabrielhttp://www.blogger.com/profile/10685774557799430733noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4011160987314901872.post-28599690363070468162022-05-21T19:45:00.005-07:002023-03-18T17:08:09.624-07:00Comentario sobre "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg900tImxLQzcWMr7ytNcrN4fWIfN9BsQiC0nzryF9hZSf9o9fLL6BMa9JnVmIBZMIue1Eq1MDc37hxeUrige-wOMxlbOUrpIaEDvmEfSVnnOBhgjAOuywuONfCsbH26uawQEGZcV0mcfEdpqCz0gVpBcn0yrHdXjz6atg1Kr50Qh6BAb1mmf0KaJpwGg/s2048/FTQVGOPXoAMuZDN.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1537" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg900tImxLQzcWMr7ytNcrN4fWIfN9BsQiC0nzryF9hZSf9o9fLL6BMa9JnVmIBZMIue1Eq1MDc37hxeUrige-wOMxlbOUrpIaEDvmEfSVnnOBhgjAOuywuONfCsbH26uawQEGZcV0mcfEdpqCz0gVpBcn0yrHdXjz6atg1Kr50Qh6BAb1mmf0KaJpwGg/w300-h400/FTQVGOPXoAMuZDN.jpg" width="300" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Terminé de releer "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad. Una novela corta pero bastante densa. Posee una estructura compleja construida a partir de dos narradores, de dos escenarios muy distintos entre sí (Europa y África) y de dos líneas temporales que se superponen hábilmente.</div><p></p>La trama transcurre durante la colonización del Congo a manos de la Compañía de Leopoldo II de Bélgica, entre los años 1885 y 1908, pero en el texto de Conrad no hay referencias a la época ni al lugar de África en los que se desarrolla la acción. Todo está cubierto por un manto de ambigüedad que va marcando el tono general de la historia, desde las primeras líneas hasta el desenlace. <div><br /></div><div>Marlow es el principal narrador (la novela en sí es un monólogo suyo), pero el personaje más importante es Kurtz, un enigmático empleado de la Compañía del que se habla durante todo el libro pero que solo aparece en las últimas páginas, cuando Marlow llega hasta él con la intención de devolverlo a la civilización. Kurtz está enfermo y presuntamente ha perdido la razón, después de haber cometido toda clase de brutalidades por pura codicia, y hay una especie de culto en torno a él entre los "salvajes" del lugar. Lo memorable de este personaje es que encarna la tragedia del encuentro entre el mundo europeo y el exuberante mundo africano. <br /><br />Si por momentos la novela se hace ligeramente tediosa de leer es quizá por las constantes digresiones que se van alternando con la acción. Al estar construida a partir de un interminable monólogo, hay espacio para elaboradas reflexiones sobre todos los temas que se van desprendiendo de la historia: civilización, barbarie, violencia, explotación, maldad, locura, etc. Todas esas reflexiones le aportan profundidad al texto, sin duda, pero no es un estilo narrativo que yo disfrute especialmente.</div><div><br /></div><div>El título de la novela hace referencia a las tinieblas reales que rodean el río Congo (principal escenario del viaje emprendido por Marlow como capitán de un buque fluvial), pero también a las tinieblas de la locura (Kurtz) y a las tinieblas de la codicia colonizadora (la Compañía de Leopoldo II).</div><div><br /></div><div>Existe una genial película basada en esta novela, dirigida por Francis Ford Coppola, pero es una adaptación bastante libre: la famosísima "Apocalypse Now".</div><div><br /></div>Gabrielhttp://www.blogger.com/profile/10685774557799430733noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4011160987314901872.post-41188251542129036012022-05-20T21:13:00.010-07:002023-03-18T16:38:19.457-07:00Los muertos son más tolerantes que los vivos<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7p_TZZNOV_87syCvy5yMLbtbVimlAv5x5KYxZOMfllhDLYi08hT-jmuJFsKedk-NWGZeh2xks56DNT_ws9ZKhajm8GjZQANnL79pBPP7s95Hr_vHiSwYJn0DwH9G5aejcSq5RiTS0A73JTQvBbdtwkwFm7GmmzI4bvK90QkbJQybNf0hjgPev0EJvww/s500/D_977895-MRD40621239129_012020-O.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="375" data-original-width="500" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7p_TZZNOV_87syCvy5yMLbtbVimlAv5x5KYxZOMfllhDLYi08hT-jmuJFsKedk-NWGZeh2xks56DNT_ws9ZKhajm8GjZQANnL79pBPP7s95Hr_vHiSwYJn0DwH9G5aejcSq5RiTS0A73JTQvBbdtwkwFm7GmmzI4bvK90QkbJQybNf0hjgPev0EJvww/w400-h300/D_977895-MRD40621239129_012020-O.jpg" width="400" /></a></div><p></p>El día de mi duodécimo cumpleaños cayó en domingo, pero papá y mamá empezaron a discutir desde muy temprano en la mañana. Ella le reclamaba haber rociado con orina el borde del inodoro. Él permanecía imperturbable, tumbado de costado sobre la cama; a veces respondía con un gruñido, pero enseguida volvía a guardar silencio. Yo escuchaba todo desde mi propia habitación, con el corazón encogido, estrujando en contra de mi pecho un rosario muy manoseado y grasiento. No era la primera vez que ellos peleaban, ni sería la última, pero yo no podía evitar que me dolieran todos esos insultos, casi como si estuvieran dirigidos a mí. <br /><br />Eran poco más de las doce del día cuando mamá terminó de limpiar el baño, y papá aprovechó para invitarla a comer en un restaurante, con el pretexto de celebrar mi cumpleaños. Sin exagerar, yo podía contar con los dedos de una mano las veces que habíamos salido a comer fuera de casa. Ella aceptó de mala gana, pero no perdió la oportunidad de lanzar una última morisqueta; papá se le acercó por atrás y rodeó con ambos brazos su anchísima cintura y estampó un beso en una de sus turgentes mejillas. Forcejearon un buen rato entre carcajadas y al final se besaron en la boca con una mezcla de violencia y entusiasmo, sin sospechar que yo me enteraba de todo gracias a los ruidos que ellos hacían. <br /><br />—¿Me perdonas? <br /><br />—Está bien, pero no lo vuelvas a hacer. <br /><br />Salimos de casa a la una en punto, vestidos con lo mejor que encontramos en nuestros roperos malolientes y con una resplandeciente sonrisa de dientes chuecos y amarillentos impresa en nuestros rostros apergaminados. <br /><br />El carro de papá era un oxidado armatoste que ronroneaba y que expulsaba humo negruzco al avanzar penosamente sobre la pista, pero fuera de eso funcionaba bastante bien y hasta combinaba a la perfección con ese polvoriento paisaje lleno de fábricas, muchas de ellas abandonadas y de apariencia fantasmal. El grueso cordón industrial nos aislaba del resto de la ciudad y de la civilización. <br /><br />—Este sitio es un muladar —dijo papá, espantado por el grotesco espectáculo de las moscas y de las ratas que se escabullían por entre los montículos de basura y los riachuelos de agua amarronada—. Siempre lo he dicho. En este país vivimos en la mierda y comemos mierda todos los días. <br /><br />—Gordo, no digas lisuras delante de Omarcito —dijo mamá. <br /><br />—¿Qué es eso de ahí? —pregunté yo de pronto. <br /><br />Y señalé, a través de la ventanilla sucia y resquebrajada, un cuerpo de aspecto humanoide que estaba medio hundido en un charco pestilente. <br /><br />Llevándose ambas manos a la boca y preparándose para emitir un grito, mamá ensayó, no sin cierto éxito, uno de esos gestos melodramáticos que había visto miles de veces en las telenovelas y en las películas. <br /><br />Papá se bajó del carro y yo lo seguí. Desde su ventanilla, mamá me gritó que no lo hiciera, que era demasiado peligroso, pero yo hice oídos sordos a sus advertencias y me abrí paso a través de las piedras, del polvo y la basura. Finalmente, ella también venció sus propios temores y nos siguió de cerca, manteniéndose unos centímetros por detrás. Sentí un vacío en la boca del estómago. <br /><br />A medida que nos acercábamos, el cuerpo en cuestión se fue revelando como un estropajo deforme que tenía las extremidades retorcidas y un rostro joven pero desfigurado por los moretones. Logramos distinguir, sin embargo, que se trataba de un adulto de sexo masculino. Estaba desnudo. Horrorizada, mamá se cubrió los ojos con las manos y se dio la vuelta para asegurarse de no ver nada malo. <br /><br />—¡Qué barbaridad! <br /><br />—No es el primer cadáver que ves —dijo papá. <br /><br />—El último cadáver que vi de cerca fue el de mi santo padre, pero nunca lo vi desnudo —respondió mamá—. ¡Qué indecencia! <br /><br />—Espéranos en el carro, mejor. <br /><br />—¿Qué piensan hacer? <br /><br />Miré a papá, haciéndole la misma pregunta sin abrir la boca. <br /><br />Para suerte de ambos, mamá aceptó regresar al auto y vigilarnos desde allí. La vimos caminar de mala gana por la tierra con sus desgastadas alpargatas. Su cuerpo grande, robusto, se bamboleaba aparatosamente. <br /><br />—Ahora, ayúdame a ponerlo bocarriba —dijo papá, después de asegurarse de que mamá ya no nos escuchaba. <br /><br />—¿Estás seguro de que podemos moverlo? —inquirí. <br /><br />—No creo que se moleste. Los muertos son más tolerantes que los vivos. Yo lo sé porque mi difunto padre también fue un muerto muy tolerante. <br /><br />Lo retiramos del charco nauseabundo y lo colocamos de espaldas en el suelo. También quisimos enderezar sus brazos y piernas, pero no lo conseguimos. <br /><br />—¿Te das cuenta de que su expresión acaba de cambiar? —dijo papá—. Ahora parece hasta contento. Yo creo que se siente agradecido con nosotros dos… Cuando mi padre se murió yo tenía más o menos tu edad, era un chiquillo, pero me acuerdo de que también lo encontré tirado en medio de la calle, alguien le había metido un tiro en la cabeza, nunca se conoció el motivo. Su rostro estaba pálido y también tenía una expresión llena de melancolía, pero entonces me acerqué a él, toqué sus manos y le dije que aquí estaríamos bien, que podía irse tranquilo. Te juro que se le formó una sonrisa en la boca. Nunca me olvidaré de eso… <br /><br />Era la primera vez que papá me hablaba de su propio padre. El recuerdo de mi abuelo paterno siempre había estado rodeado de misterio. <br /><br />Y siguió contándome otras historias, mucho más alegres, durante el almuerzo en el restaurante. Mamá abrió bruscamente una lata de cerveza con los dientes y se puso más alegre que de costumbre. Yo me mantuve quieto en mi silla, muy atento a las palabras que me dirigía papá y a toda la actividad que me rodeaba. Me pregunté qué sería del cuerpo de ese extraño. Me pregunté si sentiría frío o calor. Me pregunté cuánto tiempo tendría que pasar antes de que alguien lo recogiera.Gabrielhttp://www.blogger.com/profile/10685774557799430733noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4011160987314901872.post-28112595970239998512022-05-16T22:07:00.004-07:002023-03-18T16:42:06.177-07:00Un día detrás del otro<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Cambria",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></b></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiC2S-7Bh858HzwJXS0dV4ER41nhLnD6xD1Y1eIXSZlNWvb7NWupdaxNH9FLoWWAlSsG43I53ack4PqawuWb6-P964dOUHvHzOpIVjgwFNxvUOvnyc8-cNYsAO9keABU-UwNdQIzkn-TGD5nhnZQyJEGJcndF0uAW9wYIFkf2bPKvHLo0v9zxRzK33MjQ/s600/Hombre-escribiendo.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="372" data-original-width="600" height="248" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiC2S-7Bh858HzwJXS0dV4ER41nhLnD6xD1Y1eIXSZlNWvb7NWupdaxNH9FLoWWAlSsG43I53ack4PqawuWb6-P964dOUHvHzOpIVjgwFNxvUOvnyc8-cNYsAO9keABU-UwNdQIzkn-TGD5nhnZQyJEGJcndF0uAW9wYIFkf2bPKvHLo0v9zxRzK33MjQ/w400-h248/Hombre-escribiendo.png" width="400" /></a></b></div><br />Todos los días debes volver a resignarte a ser un típico escritor de fines de semana. Te levantas de la cama, te observas en el espejo del baño, te lavas la cara con el agua que sale del grifo, te cepillas los dientes con una rabia contenida, y tratas de imaginar cómo es la vida de un escritor profesional. ¿Cómo es la vida de alguien como Stephen King, por ejemplo? O, ¿cómo es la vida de alguien que puede dedicar las veinticuatro horas del día a construir ladrillo a ladrillo una obra literaria? Son pocas las personas en el mundo que han logrado tremenda hazaña, pero existen, aparecen a menudo en la televisión, son citados en artículos de internet, tienen columnas en los diarios más importantes… ¿Qué tienen ellos que no tengas tú? ¿Tienen más talento que tú? ¿Se esforzaron más que tú? ¿Tuvieron más suerte que tú? Quién sabe, ni siquiera vale la pena martirizarse con todas esas preguntas. Las cosas son así. Punto. <br /><br />Te duchas rápidamente y, si te sobra algo de tiempo, te masturbas mientras el agua termina de quitarte los últimos rastros de jabón de encima. Lo haces pensando en cierto amigo de la universidad que te desvirgó encima de una toalla húmeda que ambos tendieron en el suelo de una ventilada casa de playa, pero pronto te golpea la culpa y vuelves a pensar en Esteban, tu novio, con quien tienes relaciones sexuales bastante satisfactorias por lo menos dos veces por semana. Te detienes a pensar en todas esas experiencias —sexuales y no sexuales— que tuviste de más joven, que te marcaron y que te inspiraron. Muchos de los cuentos que escribiste a los veinte años trataban de seducir a un amigo, de fumar marihuana, de vacacionar en balnearios y de hacerles sexo oral a hombres de treinta y tantos. <br /><br />Te vistes con un pantalón gris de vestir y con una impecable camisa blanca, te peinas con una perfecta raya al costado y te preparas para trabajar nueve horas en una helada oficina. Tienes que poner buena cara, sonreírle a todo el mundo, quedar bien con todo el mundo, ser agradable y bien educado con todos. Tienes que ser un adulto y comportarte como todo un adulto. Ya no eres un niño. Ya no tienes derecho a fantasear. Te observas en el espejo de cuerpo entero. Nunca te has sentido guapo, pero este tipo de ropa te sienta bien y siempre crea alrededor de ti la ilusión de que tienes un cuerpo bien formado y unas piernas más largas de lo que en realidad son. Le sonríes a ese reflejo artificial de ti mismo. Hay algo de melancolía en esa sonrisa, pero también una secreta y gratificante serenidad. <br /><br />Te sientas a la mesa. <br /><br />Hoy Esteban se ha levantado más temprano que tú y ha preparado el desayuno. Te sirve huevos revueltos, pan recién tostado y jugo de naranja. Te pregunta por qué estás tan pensativo. No sabes qué responder. Desde anoche andas pensando en una nueva historia. Tienes en mente a algunos personajes. La voz narrativa comienza a inmiscuirse en tus pensamientos y a distraerte de las cosas que de verdad importan. Has apuntado tres o cuatro frases en una pequeña libreta que siempre llevas contigo, pero no es suficiente. Nunca es suficiente. Deseas empezar a escribir de una vez esa historia. Por desgracia, no podrás hacerlo hasta el sábado. Tienes mucho trabajo en la oficina. Eres un adulto. Tienes que pagar cuentas, llevar a los perros al veterinario, limpiar el departamento y ahorrar para cuando estés viejo. Esteban te consuela con su optimismo práctico. Te dice que tal vez la vida te ha llevado por ese camino, y no por cualquier otro, por una razón en particular. Tú asientes, recordando qué fue lo primero que te atrajo de él: esa conversación que sostuvieron sobre las semejanzas que indudablemente existían entre un cuento de Julio Cortázar (<i>La autopista del sur</i>) y una película de Luis Buñuel (<i>El ángel exterminador</i>). <br /><br />Entre las cuatro paredes de la oficina eres como un personaje de Kafka. Gris. Las paredes te parecen demasiado grandes. El suelo se estremece bajo tus pies. Pero sonríes, saludas cordialmente a todos tus compañeros, te sirves un vaso de agua del bidón que está en el pasillo y te metes en la boca una pastilla para el dolor de cabeza. Tus compañeros te preguntan cómo estás y tú respondes que bien. Simplemente bien. A nadie en realidad le importa cómo te sientes o cómo se sienten esos seres invisibles que han ido colonizando tu cabeza. Te pasas el resto del día y de la tarde sentado delante de la computadora, analizando cifras, rellenando hojas de cálculo, resolviendo las inquietudes de los empleados de la clínica. Sólo levantas los ojos de la pantalla para ver al nuevo asistente de tu jefe: un chico delgado y simpático, recién egresado de la universidad, que no aparenta más de veintitrés años. Reconoces que es guapo, que tiene una linda sonrisa y un cuerpo muy trabajado en el gimnasio, pero eres incapaz de sentirte atraído por él. No te interesa en lo más mínimo. ¿Acaso estás deprimido? No, no estás deprimido. Pero hay un personaje sufriendo dentro de ti y tú no puedes actuar como si todo ese dolor no fuera real. <br /><br />Llega de pronto el viernes, se cumple la misma rutina de siempre, y Esteban te recoge en su auto para llevarte a cenar a un buen lugar. Uno de esos lugares umbríos en los que solo hay gente adulta pero joven comiendo, bebiendo y hablando de viajes o de negocios. Te encuentras con una amiga de la universidad a la que no ves desde hace mucho tiempo. Le cuentas que estás acompañado de tu pareja y señalas con la vista a Esteban, que está sentado a tu lado. Ella se queda sorprendida, sin saber qué decir para disimular la incomodidad que de pronto la ha asaltado. Ahora entiendes que nunca fueron amigos en realidad. Todos tus amigos de la universidad —incluso los chicos heterosexuales— sabían que eras gay y nunca dieron muestras de que eso les incomodara en lo más mínimo. <br /><br />Regresan al departamento mucho más tarde que de costumbre, Esteban cierra la puerta y tú empiezas a desvestirte antes de entrar a la ducha. Estás cansado, te duele la cabeza, te sientes ofuscado. El agua se desliza sobre tu cuerpo y arrastra esa sensación de haber desperdiciado un día más de tu preciosa vida. Te sientes estafado y muy molesto. Sales de la ducha. Encuentras a Esteban sobre la cama: está dormido, o eso parece. Te recuestas junto a él y besas una de sus mejillas. Lo amas y sabes que él te ama a ti. ¿Lo recuerdas? Tu madre solía augurarte un terrible destino lleno de promiscuidad y enfermedades. Ahora te sientes estafado otra vez. Estás demasiado cansado para pensar en esas cosas. Tu madre estaba muy equivocada. Te abrazas a Esteban. Él te acaricia la cabeza. Las palabras salen sobrando. <br /><br />—¿Sería demasiada molestia si...? —dice Esteban, desabrochándose la correa del pantalón—. Pero si no quieres, sólo dímelo. <br /><br />Te causa gracia su forma tan educada de pedirte que le chupes el miembro. Le terminas de bajar el cierre, te inclinas y te concentras. <br /><br />El sábado, temprano en la mañana, Matías llega al departamento y lo revuelve todo con su infantil entusiasmo. Matías es hijo de Esteban. Es difícil explicarlo a los desconocidos, pero Esteban no siempre ha sido completamente gay. Tú piensas que nadie en el edificio ve con buenos ojos esa “peculiar” situación que escapa de lo que muchos consideran normal o aceptable. Esteban se encoge de hombros y te dice que para qué nos vamos a preocupar de lo que piensen los demás. Hay que vivir y punto. La gente es demasiado ignorante con respecto a estos temas. La madre de Matías les ha prohibido decirle la verdad al niño, ella no cree que esté preparado para entender que su padre es homosexual. Esteban está de acuerdo con ella hasta cierto punto. Tú sabes que tu opinión sale sobrando en todo este asunto y te duele que sea así. Para Matías sólo eres un buen amigo de su padre. <br /><br />El fin de semana no tarda en convertirse en una nueva sucesión de aburridas responsabilidades. Metes la ropa en la lavadora, empiezas a limpiar el departamento de punta a cabo, haces la lista para el supermercado, preparas la comida, y finges interés en los comentarios de Matías sobre superhéroes y personajes de caricatura. Haces todas esas cosas sin dejar de pensar en la historia que sigue crepitando dentro de tu cabeza. Eres como un personaje de Clarice Lispector. Piensas. No puedes dejar de pensar. Sirves la comida al mediodía. Matías dice cuánto le gustan tus espaguetis en salsa boloñesa. Esteban dice, en tono burlón, que esos dos años en Le Cordon Bleu al menos sirvieron para algo. Tú te enojas y te pones a lavar los platos y los cubiertos. Sigues enojado mientras sales con rumbo al supermercado. Te pasas una hora o dos llenando un carrito, revisas las etiquetas de todos los productos tratando de escoger los menos cancerígenos, pasas tu tarjeta por el POS sin fijarte ni por un segundo en el rostro melancólico de la cajera, y te parece que el chico que está justo detrás de ti en la cola tiene un aire a alguien que conociste mucho tiempo atrás, pero sólo es tu imaginación. Últimamente imaginas demasiado. <br /><br />Por la tarde, Esteban, Matías y tú van juntos al cine. Una película de Marvel o de Disney, dos cubetas grandes de pop-corn y tres vasos de Coca-Cola. A ti te gustaría entrar a la sala en la que exhiben “cine de autor” para ver la última película de Yorgos Lanthimos, pero entonces aparece en la pantalla uno de esos actores altos, fornidos y esculturales (como suelen ser los actores que interpretan a los superhéroes) y se te quita esa idea de inmediato. Te convences de que no hay nada de malo en apreciar el físico de un hombre que no es tu pareja. Solo queda disfrutar. <br /><br />El domingo es tu última oportunidad. Te preparas y empiezas a escribir desde muy temprano. Sentado delante de la lap-top, con una taza de café al costado y con varios libros alrededor. Hoy no cocinarás, ni lavarás platos, ni guardarás la ropa en los roperos. Hoy estás completamente solo delante de tus personajes. Es aterrador ese panorama de sentimientos extraños. Matías sigue revoloteando a tu alrededor, como un moscardón, pero ya no te molesta su presencia. Esteban pasa y te observa con el rabillo del ojo. Tú también lo observas y te asalta un pequeño resentimiento. Esteban cree que eres muy talentoso pero que te has hecho demasiadas expectativas al respecto. No es fácil que una editorial te publique, eso lo sabes bien. ¿Quién puede vivir únicamente de escribir? Casi nadie. Eso también lo sabes. Sabes también que es extremadamente probable que nunca te conviertas en un escritor famoso, y eso a veces te paraliza, pero aun así continúas escribiendo y escribiendo. Cada palabra empieza a brotar de ti y se plasma sobre la hoja en blanco que se extiende sobre toda la pantalla de la computadora. ¿Eso eres tú? ¿Esos son tus pensamientos? Matías te observa y te pregunta qué haces. <br /><br />Esteban responde por ti: <br /><br />—Gabriel está escribiendo un cuento. <br /><br />—¿Un cuento sobre qué? —insiste Matías, picado de curiosidad. Sus ojos claros parecen más abiertos de lo normal. <br /><br />No tienes la menor idea qué responder.Gabrielhttp://www.blogger.com/profile/10685774557799430733noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4011160987314901872.post-16881500173787353472022-05-02T22:38:00.008-07:002022-05-13T19:16:48.155-07:00AMISTAD<div><br /></div>Recorro su cabecita con mis membranosas manos, mientras él fija su mirada en la mía. Me detengo en sus largas y peludas orejas y se las acaricio suavemente con las yemas de mis dedos escamosos, murmurando el nombre que yo he escogido para él. Un nombre sonoro y corto como un silbido. Él es un perro que no ladra. Yo tampoco puedo emitir sonidos. En eso nos parecemos, pero en todo lo demás somos distintos. Él puede escabullirse entre las personas, confundiéndose en un interminable mar de piernas; yo tengo que permanecer escondido. Él me trae comida todos los días y me observa mientras la devoro. No me tiene miedo. Me ama.Gabrielhttp://www.blogger.com/profile/10685774557799430733noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4011160987314901872.post-71194592118334155452022-05-02T22:19:00.002-07:002022-05-13T19:17:13.058-07:00UNA CONVERSACIÓN ÍNTIMA<div><br /></div>Siempre que íbamos juntos a la biblioteca, Eduardo empezaba a temblar y a farfullar incoherencias. Se doblaba en dos, como si estuviera a punto de vomitar, y se apoyaba de espaldas contra los estantes para no caerse. Para mí era terrible verlo así, sumido en el silencio más absoluto, pero un día me armé de valor y le pregunté por el origen de esos terrores. Estábamos sentados en el suelo, uno frente al otro. Éramos novios desde hacía un año. Él dijo que las bibliotecas le traían malos recuerdos, y me contó una historia de antiguas adicciones y fracasos. Me habló en murmullos de una madre preocupada y de un padre violento. Me habló de cuando era niño y se refugiaba en una biblioteca muy parecida a ésta para llorar. Yo me levanté del piso y cogí un libro del estante, lo abrí en una página elegida al azar y leí un fragmento que narraba una conversación íntima entre dos amantes.Gabrielhttp://www.blogger.com/profile/10685774557799430733noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4011160987314901872.post-8187503697406357422022-04-27T16:46:00.004-07:002022-05-13T19:17:23.298-07:00LA BIBLIOTECA DE PAPÁ<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-justify: inter-ideograph;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-justify: inter-ideograph;">La biblioteca de Papá comenzó a caerse a pedazos el mismo día que él murió. Los primeros en ceder al deterioro fueron los anaqueles más antiguos, los que estaban apolillados y polvorientos, pero no mucho después los anaqueles más nuevos y más relucientes de barniz hicieron lo propio, hundiéndose inexorablemente dentro de un monstruoso amasijo del que sobresalían algunos alambres y clavijas como manos humanas en busca de auxilio. Todos los hijos de Papá fuimos testigos silenciosos de aquel fenómeno. Boquiabiertos, hicimos conjeturas apresuradas y elucubramos más de una disparatada teoría. Sin embargo, no tardamos demasiado en asimilar todo lo ocurrido y aceptamos que no había mejor destino para esos libros que seguir a Papá en el camino sin retorno de la extinción.</p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-justify: inter-ideograph;">—Es como si Papá hubiera muerto dos veces —dije, apenado.</p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-justify: inter-ideograph;">Ninguno de mis hermanos se atrevió a refutar aquella afirmación.</p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-justify: inter-ideograph;">Estábamos sentados a la mesa, terminando de cenar. Por un instante nuestras miradas coincidieron, pero enseguida nos volvimos a inclinar sobre nuestros platos y escarbamos entre huesos y pellejos hasta conseguir que emergieran trozos de una carne blanca y jugosa que nos llevamos a la boca en el acto.</p>Gabrielhttp://www.blogger.com/profile/10685774557799430733noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4011160987314901872.post-92038913012994008492020-06-05T21:55:00.039-07:002023-03-18T16:24:24.563-07:00Apuntes sobre "Marriage Story" y el cine de Noah Baumbach<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjITbMm686QAP8PIx5lntM_lnFV7b7A9yEbr3WNXrmlq8YtKKLS8pxm7SrSWLsuhAbxglaZrlV4HALvPo7aZk_oiY8uWwhGNvJA-s6r4EElJJe4R-LfiCbNDQEHdnLnFq1y9Eo5k8kvbaGLWzZnFQDwaO1xcipKfvJZN-v7jKajJrcmpyjejo-VbWgE1w/s927/MS.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="658" data-original-width="927" height="227" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjITbMm686QAP8PIx5lntM_lnFV7b7A9yEbr3WNXrmlq8YtKKLS8pxm7SrSWLsuhAbxglaZrlV4HALvPo7aZk_oiY8uWwhGNvJA-s6r4EElJJe4R-LfiCbNDQEHdnLnFq1y9Eo5k8kvbaGLWzZnFQDwaO1xcipKfvJZN-v7jKajJrcmpyjejo-VbWgE1w/s320/MS.jpg" width="320" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div>
La primera película de Noah Baumbach que tuve la oportunidad de ver fue <i>Margot at the wedding</i> (2007), una tragicomedia sobre una mujer -escritora de profesión, interpretada por Nicole Kidman- que debe asistir a la boda de su hermana en el pueblo donde ambas crecieron. La historia me pareció tan encantadora y mordaz, tan sombría y fresca, tan inteligente y divertida, que encontré en ella la clave que necesitaba para resolver el argumento de una historia que me tenía entretenido en ese momento. Además, me sentí en la obligación de sumergirme poco a poco en la filmografía de ese director que era tan cercano a mi propia sensibilidad. <br />
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Así, en cuestión de pocas semanas o quizá meses, agregué a mi repertorio otros títulos de Noah Baumbach: <i>The squid and the whale</i> (2005), <i>Frances Ha</i> (2013), <i>While we’re Young</i> (2014) y <i>The Meyerowitz stories</i> (2017). Con todo y sus defectos, cada uno de esos filmes me confirmó a Baumbach como uno de los directores estadounidenses de comedia más interesantes desde Woody Allen. Logré también identificar algunas de las coordenadas de su quehacer cinematográfico: la exploración minuciosa de las relaciones y dinámicas familiares (entre padres e hijos, entre esposos y esposas, entre hermanos), el artista como personaje (una escritora, un cineasta o un escultor, por mencionar solo a algunos), y la presencia de la comedia (o de pequeños gestos cómicos, si se quiere) como un atenuante para el melodrama. <br />
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Pese a todo lo anterior, llegué a <i>Marriage story</i> tratando de ignorar en la medida de lo posible todo ese ruido que la película estaba provocando a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Es raro en mí elegir una película que esté “de moda” (de hecho, me gusta ver las películas cuando ya tienen por lo menos un año de antigüedad), pero en este caso hice una excepción. <br />
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Me encontré ante una película que establece desde el inicio un tono intimista y que otorga a la construcción de los personajes una importancia enorme. Durante los primeros minutos, Charlie (Adam Driver) y Nicole (Scarlet Johansson) se describen mutuamente y explican los motivos por los cuales se enamoraron el uno del otro: sus voces en off se superponen a una serie de escenas muy rápidas y breves que sustentan lo que ellos dicen y que funcionan como los recuerdos de la época más feliz de la pareja. Casi enseguida, nos enteramos de que ése es un ejercicio impuesto por el consejero matrimonial al que ambos han recurrido. <br />
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Otra forma que encuentra Noah Baumbach de resaltar la importancia de los personajes es depositando sobre ellos la responsabilidad de definirse a sí mismos y a sus circunstancias constantemente. La primera persona es muy importantes dentro de <i>Marriage</i> story. Los personajes hablan todo el tiempo. Los personajes cuentan pequeñas historias del pasado –y sin necesidad de que se nos muestre visualmente, como en las escenas del principio- que explican el momento actual. Por ejemplo, en la escena en la que conoce a la abogada que la defenderá en el juicio de divorcio, Nicole se abre a través de un extenso monólogo cargado de resentimiento y frustración. Hay una frase, dentro de aquel monólogo, que explica en buena medida el fracaso de su matrimonio con Charlie: “No me veía como algo independiente de él”. <br />
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Conforme avanza la película, es imposible no identificar algunos de los rasgos característicos del cine de Baumbach: se exploran lazos familiares fracturados, tanto Charlie como Nicole son artistas con trabas emocionales (por culpa de infancias difíciles), y los detalles cómicos se encargan de suavizar la tensión dramática. Los personajes secundarios funcionan muy bien, pero sólo el de Laura Dern llega a ser memorable por su bien definida personalidad y sus frases lapidarias sobre las desventajas que tiene la mujer en un mundo inventado por los hombres. Para mi gusto el personaje más insípido de toda la película es Henry, el pequeño hijo de Charlie y Nicole. Es un personaje infantil totalmente genérico y su única importancia en la historia radica en ser hijo de los dos protagonistas. Recordemos a la pequeña Isabelle en <i>Infiel</i> (2000), de Liv Ullmann, para entender que los personajes infantiles pueden ser tan interesantes y complejos como los personajes adultos (aunque tengan poco tiempo en pantalla). <br />
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Por momentos la película se torna quizá muy teatral, debido justamente a esos momentos en los que la acción queda relegada en favor del diálogo, y eso la emparente con <i>Secretos</i> <i>de</i> <i>un</i> <i>matrimonio</i>, de Ingmar Bergman (1973), a la cual se hace referencia dentro de la película por medio de un detalle que a primera vista me pasó inadvertido. También son evidentes las similitudes con <i>Kramer</i> <i>vs</i>. <i>Kramer</i> (1979), de Robert Benton. También se podrían mencionar otras películas, como <i>Husbands</i> <i>and</i> wives (1992), de Woody Allen, y, mucho más actual, <i>Blue</i> <i>Valentine</i> (2010), de Dereck Cianfrance. Pero siempre será necesaria la comparación con <i>The</i> squid and <i>the</i> <i>whale</i>, (del propio Baumbach), película que también aborda los temas del matrimonio y del divorcio desde un punto de vista bastante original. En <i>The</i> <i>squid</i> <i>and</i> <i>the</i> <i>whale</i>, por cierto, aparece un personaje infantil sumamente interesante por su comportamiento: Frank, el hijo menor de Bernard y Joan. <br />
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Marriage</i> story es, además, una película llena de pequeños detalles conmovedores: las inexplicables tazas de té que Nicole nunca toma, las alacenas que se cierran y se abren, las expresiones faciales y las miradas que dicen más que algunos diálogos. La película termina precisamente con uno de esos gestos nimios que esconden un gran significado: Nicole se inclina, ata las agujetas de Charlie y enseguida se incorpora con los ojos a punto de reventar en lágrimas. Ya están divorciados y cada quien ha hecho su propia vida en ciudades distintas. ¿Qué pasa por la cabeza de ellos en ese instante? Siempre podremos recurrir a la imaginación.Anonymousnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4011160987314901872.post-42131107850818504652019-10-19T16:59:00.010-07:002023-03-18T16:25:16.220-07:00Reseña sobre "WAYFARER", de Noel Martínez Cando<div style="text-align: center;">
<img alt="Resultado de imagen para noel martÃnez cando wayfarer" height="400" src="https://f7099cdac3ad9a351ae3-74c3dcaca50fe6cfec786b085d2f6908.ssl.cf5.rackcdn.com/books/images/lantia_cover_5ab8f4ef2fdfa_360.jpg" width="266" /></div>
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Empecé a leer <i>Wayfarer </i>atraído por los elogios y buenos comentarios que rodean tanto al autor como a la obra. Pude acceder a los primeros capítulos desde Me Gusta Escribir; luego, por un golpe de suerte, pude hacerme con un ejemplar de la novela. <br />
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Ésta es mi humilde opinión. Pero vayamos por partes… <br />
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<i>Wayfarer</i> es una novela negra protagonizada por mujeres. No soy un gran lector de este género, pero siempre he sentido una gran afinidad por los personajes femeninos, y especialmente con aquellos que se ven obligados por sus circunstancias a sobrevivir en un violento mundo masculino. <br />
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Estas mujeres, Kay y Ava, son tan diferentes entre sí como el día y la noche. Kay es descrita como una mujer ruda y un tanto enigmática, trabaja como investigadora y a menudo es contratada para ubicar a determinadas personas. Ava es una ex actriz porno, su personalidad está menos trabajada que la de Kay pero de cualquier forma la narración se esfuerza por alejarla de cualquier estereotipo. Ambas están muy bien construidas como personajes, son convincentes, tienen motivaciones claras y personalidades bien definidas. Un tercer personaje femenino importante es Emma, una prostituta que fue especial tanto para Kay como para Ava, y cuyo asesinato es el punto de partida a partir del cual se construye toda la trama. <br />
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Lo primero que llamó mi atención, cuando comencé a leer, fue la manera en que está estructurada la novela. Los acontecimientos se van narrando en un aparente desorden, intercalando escenas del “presente” con episodios del pasado (del pasado más reciente y también del más lejano), sin que se especifique en qué momento se encuentra exactamente la voz narrativa. Este tipo de narración no lineal es común en la literatura, pero es fácil equivocarse en su ejecución cuando no se tiene experiencia o conocimientos; en este aspecto, sin embargo, creo que el autor sale airoso. En un principio me perdí un poco, no lo voy a negar, pero conforme pasaba las páginas esa confusión inicial se fue disipando hasta desaparecer por completo. Una vez que cerré el libro, tuve la sensación de que aquella estructura había sido diseñada de ese modo por una razón y que era una especie de círculo casi perfecto, incluso tuve que releer el primer capítulo para comprender mejor el final. <br />
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En lo respecta a la historia en sí, diré que es muy interesante y que está marcada por el tono sombrío propio del género. Vemos desfilar entre sus páginas a una amplia galería de personajes igualmente sombríos: drogadictos, prostitutas, asesinos a sueldo, autoridades corruptas, empresarios del porno, etc. Hay momentos de gran crudeza que llegan incluso a ser ligeramente incómodos. Hay episodios de violencia y de crueldad. Hay un misterio que se relaciona con la muerte de Emma y que más o menos se desvela al final. <br />
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Lo que hace especial esta historia, creo yo, es la manera en que está contada. Además de la estructura, como dije líneas arriba. La prosa del autor es magnífica, realmente llegué a disfrutar con su manera de hilvanar las palabras tanto en los momentos de acción como en esos otros momentos más introspectivos. La tensión narrativa tal vez llegue a flaquear en algún momento, pero el estilo del autor se mantiene hasta la última página. <br />
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Y volviendo a Kay, tengo que recalcar que me parece un personaje maravillosamente bien construido y muy verosímil. Por ser la protagonista indiscutible de la novela, llegamos a conocerla mucho más que al resto de personajes. Nunca se dice que sea lesbiana (de hecho, creo que en el libro no aparece una sola vez la palabra “lesbiana”), pero el autor nos deja muy claro desde el principio que a Kay le gustan las mujeres y que no tiene ningún complejo a la hora de disfrutar de su sexualidad. <br />
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En resumen, <i>Wayfarer </i>es una primera novela magnífica, muy bien escrita, con una trama que logra atrapar al lector desde la primera línea y que le exige total atención.Anonymousnoreply@blogger.com0